CRÍTICAS

FALCÓN, EL ALMA DE GALICIA

Es como viajar por las edades para sentir el panorama de un largo trayecto; como otear en el atlantismo o sentir lo recóndito de la aldea; estar en la fiesta, aferrarse a la labor y buscar en el misterio. La pintura de Jaime Fariña Falcón (Cambados, 1942) viene a ser una crónica amplia que se allega a los ancestros y alcanza la orilla actual. En ella hay grados de temperatura y formulacio­nes formales con perfiles primitivos y ampli­tudes de primera línea, lo arcaico y lo nuevo, reminiscencia jacobeas en una imaginería de corte románico que recuerda a canteros que realizaron cruces y cruceros, pórticos y arquetas, con una afirmación neocubista que fundamenta el carácter ilustrativo que, a veces, se escapa de .la realidad y se torna ensoñación.

Falcón es un pintor con categoría que la Casa de Galicia presenta en Madrid cuando su obra ha demostrado solvencia en la región y en otras tierras, Valladolid y Zaragoza ,en un trayecto que se abrió con su primera individual, 1977, en Pontevedra. Una pintura con nutrientes culturales que hila todo un discurrir que alumbra con el día a día la rica cantera de sus singularidades. Desde la verdad vista a lo oculto que se intu­ye, santos y melgas, San Yago y Prisciliano, procesiones y Santa Compaña. Porque todo eso es el ánima gallega. Falcón pinta, parece que esculpe, modela, cuerpos de pescadoras —"As peixeiras da rapeta"— que acentúan sus líneas para estar más en situación, y lo hace con la misma dedicación que instru­menta su "romería", congregación más que individualidades, esbozo de asistencia, círcu­lo en fe o en tradición. O construye arqui­tecturas mágicas como la de "Combarro"; intimidades en interiores, campesinas con cara de luna, o la estructura geométrica de un mercado.

   
EL PUNTO DE LAS ARTES Madrid, Marzo 1993

   
JAIME F.
FALCÓN   Están los relatos de Falcón inmersos de manera profunda en nuestro imaginario colectivo. Y digo relatos porque las obras de Falcón trascienden a lo meramente plástico para hacernos partícipes de toda una epopeya que se esconde bajo sus figuras. Personajes representativos de una cultura, de nuestro sentido tribal, a los que el artista acude como un arte efectivo y amable con el espectador. Y si alguna narración vertebra nuestra sociedad ese es el Camino de Santiago, recorrido de peregrinación, de gentes de aquí y de allá que entre noches de luna llena, meigas, duendes, búhos, bosques y cruceiros sólo buscan el amparo de la fe, el gesto de ese Apóstol que en su Pórtico de Gloria bendice al caminante recién llegado, exhausto, pero feliz. Así es como Falcón nos presenta en esta ocasión su trabajo, perfectamente ligado al culto jacobeo, a un sinfín de leyendas que desde la noche de los tiempos han forjado nuestra gran cultura que el artista redimensiona desde su característico expresionismo y en el que aquí, además, logra un virtuoso ejercicio de narración al presentar en una única mirada los diferentes capítulos apostólicos.


Ramón Rozas.



    Falcón expone una obra que nos aproxima a las raíces más entrañables del expresionismo pictórico. Su lenguaje y temática divergen en una dualidad a nivel expresivo, o si se quiere expresionismo abraza los dos campos más plausi­bles de dicho movimiento para nosotros: por una parte, la cercanía al expresio­nismo germánico, y por otra, la presencia, siempre latente, del expresionismo de los pioneros de la pintura gallega de nuestro siglo.

   Incluso los temas nos aproximan a esas dos tendencias. No quiero decir, indudablemente, que Falcón haya llegado a esos caminos a través de la inspira­ción. Diría que, su encuentro con dicha forma expresiva es fruto de una intensa búsqueda, que lo ha identificado, en primer lugar, con nuestras raíces.

    En efecto, Galicia está presente de una forma «enxebre», sencilla, a tra­vés de sus personajes, de sus escenas más definibles y que configuran la tierra a través del costumbrismo real y diario. «Leiteiras», «velliñas», «mulleres e ho-mes do agro», personajes sacados de su angustiosa vida rural y que reflejan el alma del terruño. Estas escenas se suelen acompañar de un color más apagado, casi oscurecido, entre azul y verde... La expresividad se centra en rostros y manos y la composición de los personajes encaja perfectamente con ese talante expresivo, resultado de una visión personal de su «mundo».

J. A. CASTRO F. La Voz de Galicia (3-XII-.80)



A PROPOSITO DE LA PINTURA DE FALCÓN

   La condición de gallego de Jaime Fariña Falcón es, en realidad, lo que constituye la primera nota definitoria de su arte. Las referencias puntuales en per­sonajes, idiosincrasia, fórmulas tradicio­nales de una plástica determinada, etc., nos indican el origen, las preferencias y el sentido de este pintor.
    Pero no se trata de un galleguismo tópico, en el que esas tierras y esas gen­tes, aparecen brumosas, debatidas en grises y verdes, envueltos en nostálgicos rictus o en saudades ensoñadas... 
   Hay en sus figuras una deliciosa combinación de reminiscencias románticas, de un perseguido primitivismo y unos personalísimos matices que tiene como resultado ese talante de modernidad en su constructivismo a base de volúmenes de raíz neocubista...
    ...Cuadros netos, de mirada ambiciosa y brillantes resultados, son en resumen los que se nos ofrecen en esta exposición de este excelente pintor, perteneciente al Grupo Eixo y que viene a constituir uno de los más sólidos intérpretes de la sen­sibilidad y el alma gallegas.

WIFREDO RINCÓN GARCÍA 

De las Asociaciones Nacional e Internacional
de Críticos de Arte. Presidente de la
Asociación Española de Pintores
y Escultores







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